Los iberos

Conjunto de tribus indígenas de la Península Ibérica, extendidas por la costa mediterránea, desde los Pirineos hasta la desembocadura del río Segura, y por el interior en el curso bajo del Ebro. Fueron los creadores de la cultura ibérica que se desarrolló durante los siglos VI al IV a.C.

En un sentido estricto debe de hablarse de pueblos ibéricos, dada su variedad (mastienos, contestanos, edetanos, layetanos, indigetes, ilergetes, jacetanos, turdetanos). Pese a sus naturales diferencias tribales, que se manifestaban en sus formas de vida y hasta en su idioma, fueron capaces de hacer federaciones defensivas frente al enemigo común.

Su economía se fundamentaba en el cultivo de cereales, vid y olivo con una ganadería complementaria. En las zonas costeras existía un importante mercado de metales (provenientes de las zonas mineras de Almería y Cartagena) con los pueblos colonizadores que tenían el mismo sistema monetario. La tierra era en su mayor parte de propiedad comunal, pero sin duda existía ya la propiedad privada, y a veces en forma de grandes latifundios.

Todas las tribus se estructuraban en un sistema social organizado en torno a una ciudad, algunas de gran desarrollo, en la que residía la realeza dominante y una serie de grupos sociales de estructura compleja dependiente del poder económico, político y militar de la propia comunidad. Parece clara la existencia de un grupo dominante, el de los régulos, que era una aristocracia nobiliaria con alto poder económico y militar. El grupo más conocido es el de los guerreros, de alta consideración social, ya que se trataba de una sociedad muy militarizada que hizo de la guerra un modo de vida, bien como mercenarios o como defensores de la tribu. En general puede decirse que era una sociedad de hombres libres en la que se daban ciertas formas de esclavitud.

Los poblados y ciudades generalmente eran amurallados, situados en montes de fácil defensa y desde donde se dominaban las áreas de cultivo. Sus calles eran estrechas y tortuosas con casas de planta cuadrada. No se han encontrado templos en las poblaciones, pues la religión naturalista desplazaba los ritos a santuarios alejados de los núcleos de población. Los yacimientos mejor conocidos son los poblados de Ullastret al norte de la actual provincia de Gerona, el de Covalta en Albaida (Valencia), el de Cabezo de Alcalá en Azaila (Teruel) o el poblado de Osuna en Sevilla.

La religión de los pueblos iberos es difícilmente sistematizable. Se cree que sus creencias más primitivas se centraban en la adoración de elementos naturales (cuevas, manantiales, cerros) en los que ofrecían sacrificios, exvotos y otros productos a seres suprahumanos, monstruos alados y animales que eran símbolos sagrados relacionados con los ritos funerarios. Las influencias de fenicios y griegos aportaron nuevas divinidades con clara inspiración oriental.