El rey Rodrigo y la destrucción de España (leyenda popular)

Había en Toledo un palacio cerrado desde hacía mucho tiempo con muchos candados, que nadie hasta entonces había osado abrir. Rodrigo mandó abrirlo porque esperaba encontrar en él un gran tesoro, pero cuando lo abrieron no hallaron más que un arca cerrada. Abierta el arca encontraron en ella un paño con unas letras que decían que cuando fueran violentadas las cerraduras y abiertos el palacio y el arca, unas gentes como las que en el paño estaban pintadas entrarían en España y la conquistarían. El rey, al ver esto, sintió haber abierto el palacio y el arca y ordenó que todo se volviera a cerrar como estaba antes. En aquel paño estaban pintadas gentes que por sus caras y sus vestidos parecían árabes, con turbantes en las cabezas y ropas de colores muy variados, montados en caballos y con espadas, ballestas y lanzas. Al rey y a los nobles que le acompañaban asustaron mucho tales figuras.

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Era en aquella época costumbre que los hijos e hijas de los grandes señores se educaran en palacio. La más hermosa de las doncellas que había en la corte era la hija del conde don Julián, un caballero de ilustre linaje, muy esforzado y muy estimado por todo el mundo. Sucedió que habiendo ido a África don Julián con una embajada del rey Rodrigo, éste forzó a su hija y tuvo relaciones con ella. Aunque antes se había hablado de que el rey se casara con esta doncella, no lo había hecho. De esto nació la ruina de España.

Al volver el conde de su embajada y saber la deshonra de su hija por ella misma, aunque mucho se disgustó no lo dio a entender, sino que, como hombre cuerdo y prudente, fingió que no le importaba y que se alegraba. Después de haber dado al rey cuenta de su embajada, cogió a su mujer, dejó la corte sin despedirse, cruzó el estrecho en medio del invierno y se fue a Ceuta, donde habló con los moros. Dejando allí a su mujer con todas sus riquezas volvió a la corte, donde pidió al rey que le dejara llevarse a su hija, ya que la madre estaba muy enferma y se alegraría mucho de verla. Entonces don Julián llevó a su hija a Ceuta, donde estaba la madre.

El tercer año del reinado de don Rodrigo, estaba gobernando Muza el norte de África en nombre del emir de los musulmanes. Algún tiempo después, Don Rodrigo le pidió a don Julián que le enviara algunos halcones africanos para cazar. “Yo te enviaré, Señor, unos halcones como nunca habreis visto...” Don Julián se puso en contacto con Tarik, el gobernador de Tánger y lugarteniente de Muza, indicándole qué fácil resultaría la conquista de España.

Con la ayuda de don Julián, Tarik cruzó el Estrecho con un contingente de fuerzas poco numeroso, y desembarcó cerca de un promontorio al que dio su nombre: Djebel-Tarik, o Gibraltar, Monte de Tarik. En Algeciras, dio órdenes de descuartizar un grupo de prisioneros y cocer las partes en ollas gigantescas, y procedió a dar libertad a los demás para que extendieran el terror a la población. Las fuerzas de Tarik se encontraron con el ejército del Rey Don Rodrigo en las riberas del río Guadalete. Se combatió de la mañana a la noche, pero la traición de unos godos, que dirigían dos alas del ejército de don Rodrigo, facilitó el triunfo a los invasores.