El collar de la paloma, de Ibn Hazm

Ibm Hazm de Córdoba (994-1063), filósofo y poeta de la España árabe, ha sido recuperado en años recientes como una de las figuras intelectuales de su época. Su obra maestra El collar de la paloma (1022) es un tratado sobre el amor. El capítulo siguiente trata de la correspondencia epistolar entre dos amantes.

Capítulo X: Sobre la correspondencia

Si los amantes siguen en relaciones, tras lo dicho viene la correspondencia por medio de cartas, y en esto de las cartas hay maravillas. Yo he visto enamorados que se daban prisa en romper pedazos las cartas, una vez leídas, o en desleir la tinta con agua, o en borrar su escritura, porque ¡cuántas mancillas no han tenido principio en una carta! Sobre este asunto he dicho:

Duro es hoy para mí romper tu carta. Pero, en cambio, el amor no hay quien lo rompa, y mejor es que dure el amor y que se borre la tinta, pues lo accesorio debe sacrificarse a lo principal. ¡En cuántas cartas está la muerte de quien las escribe, sin que éste lo supiera cuando las trazaban sus dedos!

Conviene que la forma de estas cartas sea la más graciosa de todas, y su disposición la más placiente.

Por vida mía, la carta, en ciertos lances, sirve de lengua al amante, cuando éste se encuentra impedido para hablar o sufre sonrojo o timidez. Tan es así, que cuando el amante sabe que la carta ha llegado al amado y que éste la ha tenido en sus manos y la ha visto, siente un arrobo maravilloso que vale por una entrevista. En recibir la respuesta y en contemplarla hay asimismo una alegría que suple al encuentro. Por eso verás que el enamorado se pone la carta sobre los ojos o sobre el corazón y la estrecha. Yo me acuerdo de haber conocido algunos enamorados que hablaban con desembarazo, describían con soltura, sabían decir sus sentires de manera acabada y tenían perspicacia y sutileza para apreciar la realidad, y, con todo, no renunciaban a la correspondencia, aun siéndoles hacedero unirse con el amado, por vivir cerca y serles posible la visita. Y es que se cuenta que en la correspondencia hay muchas suertes de placer. Hasta me han dicho de un hombre depravado y de bajos instintos que ponía la carta de su amada sobre su miembro; pero esto es un género de fea rijosidad y un ejemplo de excesiva incontinencia.

Tocante al hecho de mezclar la tinta con lágrimas, yo conozco a uno que lo hacia, y a quien su amada correspondía mezclando la tinta con su saliva. Sobre este tema he dicho:

Me ha llegado la respuesta a la carta que le envié, que ha sosegado mi excitación y, a la vez, ha excitado mi sosiego. La regué con las lágrimas de mis ojos cuando la escribí, como hace el amante que no es traidor a su amor. El llanto no paraba de borrar sus renglones. ¡Oh llanto, cuánta belleza borraste! Mis lágrimas mezcladas con la tinta hicieron invisible la primera línea, y la última línea quedó desvaída por las lágrimas.

Yo he visto una carta de un amante a su amado: aquél se había hecho una herida en la mano con un cuchillo, había dejado correr la sangre y, mojando en ella, había escrito toda la carta. Cuando yo la vi, después de seca, me pareció que estaba escrita con lacre.