Encomienda

Institución socio-económica mediante la cual un grupo de indígenas era entregado por la corona a un encomendero para que trabajaran a su servicio. Los indígenas encomendados debían recibir protección y evangelización. El encomendero debía defender a los naturales, construir un templo y sostener la doctrina, levantar casas para los indios y repartir tierras. También  tenía una obligación militar con la corona, contribuyendo a la defensa y pacificación en caso de sublevación de los aborígenes o de invasión extranjera. El encomendero era al menos en teoría un protector de los indios, aunque en la práctica la encomienda llevara consigo multitud de abusos. El tributo que los indios debían pagar a sus encomenderos inicialmente se realizó en servicios personales, mediante los cuales los indios se vieron obligados a trabajar para los encomenderos. En 1549 se abolieron los servicios personales y se estableció el tributo en dinero, oro, mantas, maíz, etc. A este tipo de tributo se le llamó ‘demora’, y era distribuido entre el encomendero, el cura doctrinero y otros representantes de la corona.

Inicialmente las encomiendas se concedieron de forma temporal o por una sola vida; posteriormente se aprobó su continuación para los hijos herederos, es decir, por dos vidas. Con las Leyes Nuevas de 1542 las encomiendas hereditarias fueron abolidas, pero poco después se reconoció de nuevo su existencia. En realidad la corona intentaba lograr un equilibrio entre la necesidad de mantener unos ingresos por impuestos, proteger a los indígenas para evitar el colapso demográfico y, finalmente, premiar a los conquistadores y sus hijos por haber ganado la tierra. A medida que la colonización se consolidó, la encomienda fue sustituida por formas más modernas de organización económica, como la Hacienda y la Plantación.

En 1720 se abolió definitivamente excepto en Yucatán, donde subsistió hasta 1787.