La Malinche, traductora y amante de Cortés, es una figura de múltiples representaciones históricas e interpretaciones críticas, como se ve en los fragmentos que siguen.


En su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, Bernal Díaz del Castillo habla sobre la Malinche:

CAPITULO XXXVII

Cómo doña Marina era cacica a hija de grandes señores, y señora de pueblos y vasallos, y de la manera que fue traída a Tabasco

Antes que más meta la mano en lo del gran Montezuma y su gran México y mexicanos, quiero decir lo de doña Marina, cómo desde su niñez fue gran señora de pueblos y vasallos y es desta manera: que su padre y su madre eran señores y caciques de un pueblo que se dice Painala, y tenía otros pueblos sujetos a él, obra de ocho leguas de la villa de Guazacualco, y murió el padre quedando muy niña, y la madre se casó con otro cacique mancebo y hubieron un hijo, y segun pareció, querían bien al hijo que habían habido; acordaron entre el padre y la madre de darle el cargo después de sus días, y porque en ello no hubiese estorbo, dieron de noche la niña a unos indios de Xicalango, porque no fuese vista, y echaron fama que se había muerto, y en aquella sazón murió una hija de una india esclava suya, y publicaron que era la heredera, por manera que los de Xicalango la dieron a los de Tabasco, y los de Tabasco a Cortés, y conocí a su madre y a su hermano de madre, hijo de la vieja, que era ya hombre y mandaba juntamente con la madre a su pueblo, porque el marido postrero de la vieja ya era fallecido; y después de vueltos cristianos, se llamó la vieja Marta y el hijo Lázaro y esto sélo muy bien, porque en el año de 1523, después de ganado México y otras provincias, y se había alzado Cristóbal de Olí en las Higüeras, fue Cortés allá y pasó por Guazacualco, fuimos con él a aquel viaje toda la mayor parte de los vecinos de aquella villa, como diré en su tiempo y lugar; y cómo doña Marina en todas las guerras de Nueva-España, Tlascala y México fue tan excelente mujer y buena lengua,.como adelante diré, a esta causa la traía siempre Cortés consigo. Y en aquella sazón y viaje se casó con ella un hidalgo que se decía Juan Jaramillo, en un pueblo que se decía Orizava, delante de ciertos testigos, que uno dellos se decía Aranda, vecino que fue de Tabasco, y aquél contaba el casamiento, y no como lo dice el cronista Gómara; y la doña Marina tenía mucho ser y mandaba absolutamente entre los indios en toda la Nueva-España. Y estando Cortés en la provincia de Guazacualco, envió a llamar a todos los caciques de aquella provincia para hacerles un parlamento acerca de la Santa doctrina y sobre su buen tratamiento, y entonces vino la madre de doña Marina, y su hermano de madre Lázaro, con otros caciques. Días había que me había dicho la doña Marina que era de aquella provincia y señora de vasallos, y bien lo sabía el capitán Cortés, y Aguilar, la lengua; por manera que vino la madre y su hijo, el hermano, y conocieron que claramente era su hija, porque se le parecía mucho. Tuvieron miedo della, que creyeron que los enviaba a llamar para matarlos, y lloraban; y como así los vio llorar la doña Marina, los consoló y dijo que no hubiesen miedo, que cuando la traspusieron con los de Xicalango que no supieron lo que se hacían, y se lo perdonaba, y les dio muchas joyas de oro y de ropa y que se volviesen a su pueblo, y que Dios le había hecho mucha merced en quitarla de adorar ídolos ahora y ser cristiana, y tener un hijo de su amo y señor Cortés, y ser casada con un caballero como era su marido Juan Jaramillo que aunque la hiciesen cacica de todas cuantas provincias había en la Nueva-España no lo sería; que en más tenía servir a su marido e a Cortés que cuanto en el mundo hay; y todo esto que digo se lo oí muy certificadamente, y así lo juro, amén. Y esto me parece que quiere remedar a lo que le acaeció con sus hermanos en Egipto a Josef, que vinieron a su poder cuando lo del trigo. Esto es lo que pasó y no la relación que dieron al Gómara, y también dice otras cosas que dejo por alto. E volviendo a nuestra materia, doña Marina sabía la lengua de Guazacualco, que es la propia de México, y sabía la de Tabasco; como Jerónimo de Aguilar sabía la de Yucatán y Tabasco, que es toda una, entendíanse bien; y el Aguilar lo declaraba en castellano a Cortés: fue gran principio para nuestra conquista; y así se nos hacían las cosas, loado sea Dios, muy prósperamente. He querido declarar esto, porque sin doña Marina no podíamos entender la lengua de Nueva-España y México. Donde lo dejaré, e volveré a decir cómo nos desembarcamos en el puerto de San Juan de Ulúa.


En un ensayo sobre la figura de la Malinche (Malintzin, Marina), la crítica mexicana contemporánea Margo Glantz primero describe el doble papel de cocineras y concubinas de las mujeres tlaxcaltecas que acompañaron a los soldados de Cortés en el viaje a Tenochtitlán, y luego discute el papel linguístico de la Malinche.

“La Malinche: la lengua en la mano”. En La Malinche: sus padres y sus hijos. México: UNAM, 1994, pp. 75-95.

Si sólo hubiese cumplido con la doble función antes mencionada, Marina hubiese caído en el anonimato. Al añadir a su género otra cualidad, la de la bilingualidad, es decir, conocer tanto el maya como el náhuatl, y también por ser de natural ‘entremetida y desenvuelta’, según palabras de Bernal Díaz de Castillo, acaba refinando su papel, para trascender la categoría de simple esclavo.

[...]

[Pero] Cortés no necesitaba una simple lengua, necesitaba además faraute. En sus Cartas de relación esa palabra se repite varias veces: ‘dándoles a entender por los farautes y lenguas’. López de Gómara especifica que cuando Cortés advirtió los merecimientos de Malintzin, ‘la tomó aparte con Aguilar, y le prometió más que libertad si le trataba verdad entre él y aquellos de su tierra, pues los entendía, y él la quería tener por su faraute y secretaria’. En ese mismo instante, la Malinche ha dejado de ser esclava, ha trocado su función de proveedora—moler y amasar maíz—y de camarada—ser la concubina de un conquistador—para convertirse en secretaria y faraute de Cortés. Lo ha logrado porque es, recuerda Bernal, de buen parecer, entrometida y desenvuelta. ¿Qué es entonces un faraute, palabra casi desaparecida de nuestra lengua? Un faraute es, según el diccionario de Covarrubias:

[…] el que interpreta las razones que tienen entre sí dos de diferentes lenguas, y también el que lleva y trae mensajes de una parte a otra entre personas que no se han visto ni careado, fiándose ambas las parte dél; y si son de malos propósitos le dan sobre éste otros nombres infames.