Uno de los sonetos más famosos de Garcilaso de la Vega que nos habla de la belleza. Frente a la idea de fugacidad de la vida y el poder destructivo del tiempo con que se trataba el tema en la Edad Media, Garcilaso propone una actitud vitalista propia del Renacimiento. Los clásicos latinos sirven de modelo. Ante todo Horacio (siglo I a. de C.), con su famoso Carpe diem. Luego Ausonio (siglo IV), con unas palabras destinadas a ser muy repetidas: "Collige, virgo, rosas…" (corta, muchacha, las rosas, en tanto que esté fresca la flor y fresca tu juventud / y recuerda que con igual rapidez pasa la vida).


En tanto que de rosa y azucena
Se muestra la color en vuestro gesto,
Y que vuestro mirar ardiente, honesto,
Enciende el corazón y lo refrena;

Y en tanto que el cabello, que en la vena
Del oro se escogió, con vuelo presto
Por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
El viento mueve, esparce y desordena:

Coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto antes que el tiempo airado
cubra de nieve la Hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
Todo lo mudará la edad ligera
Por no hacer mudanza en su costumbre.


El soneto de Góngora escrito en 1582 que trata el mismo tema puede considerarse incluso un reescritura del famosísimo soneto de Garcilaso pero esta vez imbuido de la sensibilidad barroca. La arquitectura equilibrada y sencilla de Garcilaso se torna violencia, retorcimiento y visión pesimista del destino final casi escatológico de la vida humana.

Mientras por competir por tu cabello
oro bruñido al sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;

Mientras a cada labio, por cogello,
siguen más ojos que al clavel temprano,
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello,

goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,

no sólo en plata o en viola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente,
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.

 

Antonio de Pereda, El sueño del caballero Valdés Leal, In inctu oculi