En un sentido
estricto, recibe el nombre de feudalismo el sistema social y político que durante
los siglos X al XIII se desarrolló en la Europa occidental, surgida de la desmembración
del imperio carolingio. En un sentido más amplio, puede referirse a cualquier
estructura social que tenga analogías con el feudalismo histórico medieval.
La extensión del sistema de patrocinio, propia del último periodo de la sociedad
romana, creo el vasallaje, por el cual el hombre libre se comprometía a luchar
por un señor recibiendo de él tierras y protección; el vasallo debía a su señor,
sobre todo, fidelidad, dependencia de origen germánico que unía a dos hombres;
a su vez, el señor tenía el deber de protegerle, y si no lo hacía así, el vasallo
adquiría el derecho de salir de su amparo. Este lazo de dependencia personal
entre vasallo y señor constituye el eje central de las relaciones sociales en
el feudalismo.
Es necesario
resaltar también los aspectos que definen al feudalismo como un sistema económico
de producción basado en una agricultura y ganadería de autoconsumo que genera
una sociedad estamental. Cada feudo tenía que autoabastecerse, es decir, producir
todo lo que necesitaba para su vida ordinaria, tanto en la alimentación, como
en el vestido y las herramientas usadas para las actividades de producción.
En un feudo existían dos tipos de posesiones: las tierras del señor y las de
los vasallos. Las primeras eran administradas por los vasallos, súbditos nobles
del señor feudal; en ellas los siervos trabajaban en un régimen de semiesclavitud
cultivando los campos del señor; en el feudo señorial existían además campos
y bosques que frecuentemente eran usados comunitariamente. En las tierras del
señor se encontraba el castillo, que era el verdadero centro económico, militar
y de poder del feudo. Las tierras de los siervos eran las tierras de cultivo
propiedad del vasallo; cada uno tenía unas viviendas y unos campos de cultivo
de los que vivían los siervos y sus familias y pagaban los impuestos civiles
y eclesiásticos que le correspondían.
De acuerdo
con esta estructura económica la sociedad feudal estaba dividida en dos grandes
categorías o estamentos: el de los privilegiados, integrado por la nobleza y
el clero, y el de los no privilegiados, formado por siervos y pequeños propietarios
vasallos de los grandes señores. Los primeros eran los grandes latifundistas
y su tarea social primordial era la defensa de la sociedad, bien mediante la
acción de guerrear (defender con las armas) o la de rezar (defender con la oración).
A cambio de tan elevada misión tenían numerosos privilegios (no pagar impuestos,
llevar armas, no trabajar, impartir justicia, etc.). Los altos cargos eclesiásticos
(obispos y abades) solían estar equiparados a la nobleza terrateniente. Los
no privilegiados constituían una gran masa de campesinos que eran los encargados
de trabajar las tierras para mantener a los otros dos estamentos no productivos.
Esta sociedad es la llamada sociedad estamental, en la que las personas que
integran cada estamento o estrato tienen un común estilo de vida o la misma
función social; se trata de una sociedad fuertemente jerarquizada, donde la
minoría privilegiada imponía su autoridad a una gran masa de campesinos que
mantenía a toda la estructura.
El feudalismo, que tuvo su centro en Francia, irradió con más o menos fuerza por todos los ámbitos del reino carolingio. En España, sólo Cataluña conoció el régimen feudal propiamente dicho; en Castilla y León se adopto un sistema feudal menos puro en torno al señorío.