Pasada esta puente, nos salió a rescebir aquel Muteeçuma con fasta
ducientos señores, todos descalzos y vestidos de otra librea o manera
de ropa ansimismo bien rica a su uso y más que la de los otros. Y venían
en dos procesiones muy arrimados a las paredes de la calle, que es muy ancha
y muy fermosa y derecha, que de un cabo se paresce el otro, y tiene dos tercios
de legua y de la una parte y de la otra muy buenas y grandes casas ansí
de aposentamientos como de mezquitas. Y el dicho Muteeçuma venía
por medio de la calle con dos señores, el uno a la mano derecha y el
otro a la izquierda, de los cuales el uno era aquel señor grande que
dije que me había salido a fablar en las andas y el otro era su hermano
del dicho Muteeçuma, señor de aquella cibdad de Yztapalapa de
donde yo aquel día había partido, todos tres vestidos de una manera,
expceto [que] el Muteeçuma iba calzado y los otros dos señores
descalzos. Cada uno le llevaba de su brazo. Y como nos juntamos yo me apeé
y le fui a abrazar solo, y aquellos dos señores que con él iban
me detuvieron con las manos para que no le tocase. Y ellos y él ficieron
ansimismo cerimonia de besar la tierra, y hecha, mandó a aquel su hermano
que venía con él que se quedase conmigo y me llevase por el brazo,
y él con el otro se iba adelante de mí poquito tercho. Y después
de me haber él fablado, vinieron ansimismo a me fablar todos los otros
señores que iban en las dos procesiones en orden uno en pos de otro,
y luego se tornaban a su procesión. Y al tiempo que yo llegué
a hablar al dicho Muteeçuma quitéme un collar que llevaba de margaritas
y diamantes de vidrio y se lo eché al cuello. Y después de haber
andado la calle adelante, vino un servidor suyo con dos collares de camarones
envueltos en un paño que eran hechos de huesos de caracoles colorados
que ellos tienen en mucho. Y de cada collar colgaban ocho camarones de oro de
mucha perfición tan largos casi como un jeme, y como se los trujeron
se volvió a mí y me los echó al cuello. Y tornó
a seguir por la calle en la forma ya dicha fasta llegar a una muy grande y muy
hermosa casa que él tenía para nos aposentar bien adreszada, y
allí me tomó por la mano y me llevó a una grand sala que
estaba frontero del patio por do entramos y allí me fizo sentar en un
estrado muy rico que para él lo tenía mandado hacer. Y me dijo
que le esperase allí y él se fue. Y dende a poco rato, ya que
toda la gente de mi compañía estaba aposentada, volvió
con muchas y diversas joyas de oro y plata y plumajes y con fasta cinco o seis
mil piezas de ropa de algodón muy ricas y de diversas maneras tejida
y labrada. Y después de me la haber dado, se sentó en otro estrado
que luego le ficieron allí junto con el otro donde yo estaba. Y sentado,
prepuso en esta manera:
"Muchos días ha que por nuestras escripturas tenemos de nuestros
antepasados noticia que yo ni todos los que en esta tierra habitamos no somos
naturales della, sino estranjeros y venidos a ellas de partes muy estrañas.
Y tenemos ansimesmo que a estas partes trajo nuestra generación un señor
cuyos vasallos todos eran, el cual se volvió a su naturaleza. Y después
tornó a venir dende en mucho tiempo, y tanto que ya estaban casados los
que habían quedado con las mujeres naturales de la tierra y tenían
mucha generación y fechos pueblos donde vivían. Y queriéndolos
llevar consigo, no quisieron ir ni menos rescebirle por señor, y así
se volvió. Y siempre hemos tenido que los que dél descendiesen
habían de venir a sojuzgar esta tierra y a nosotros como a sus vasallos,
y segúnd de la parte que vos decís que venís, que es hacia
a do sale el sol, y las cosas que decís dese grand señor o rey
que acá os invió, creemos y tenemos por cierto él ser nuestro
señor natural, en especial que nos decís que él ha muchos
días que tenía noticia de nosotros. Y por tanto, vos sed cierto
que os obedeceremos y ternemos por señor en lugar dese gran señor
que decís, y que en ello no habrá falta ni engaño alguno.
Y bien podéis en toda la tierra, digo que en la que yo en mi señorío
poseo, mandar a vuestra voluntad, porque será obedescido y fecho. Y todo
lo que nosotros tenemos es para lo que vos dello quisiérades disponer.
Y pues estáis en vuestra naturaleza y en vuestra casa, holgad y descansad
del trabajo del camino y guerras que habéis tenido, que muy bien sé
todos los que se os han ofrecido de Puntunchan acá. Y bien sé
que los de Cempoal y de Tascaltecal os han dicho muchos males de mí.
No creáis más de lo que por vuestros ojos viérdes, en especial
de aquéllos que son mis enemigos. Y algunos dellos eran mis vasallos
y hánseme rebellado con vuestra venida y por se favorescer con vos lo
dicen, los cuales sé que también os han dicho que yo tenía
las casas con las paredes de oro y que las esteras de mis estrados y otras cosas
de mi servicio eran ansimismo de oro y que yo que era y me facía Dios
y otras muchas cosas. Las casas ya las veis que son de piedra y cal y tierra".
Entonces alzó las vestiduras y me mostró el cuerpo diciendo: "a mí veisme aquí que so de carne y hueso como vos y como cada uno, y que soy mortal y palpable--asiéndose él con sus manos de los brazos y del cuerpo--. Ved cómo os han mentido. Verdad es que yo tengo algunas cosas de oro que me han quedado de mis ahuelos. Todo lo que yo tuviere tenéis cada vez que vos lo quisiéredes. Yo me voy a otras casas donde vivo. Aquí seréis proveído de todas las cosas nescesarias para vos y para vuestra gente. Y no recibáis pena alguna, pues estáis en vuestra casa y naturaleza".
Yo le respondí que a todo lo que me dijo satisfaciendo a aquello que me paresció que convenía, en especial en hacerle creer que Vuestra Majestad era a quien ellos esperaban, y con esto se dispidió. E ido, fuimos muy bien proveídos de muchas gallinas y pan y frutas y otras cosas nescesarias, especialmente para el servicio del aposento. Y desta manera estuve seis días muy bien proveído de todo lo nescesario y vesitado de muchos de aquellos señores.
Cortés, Hernán. Cartas de relación. Ed. Ángel Delgado Gómez. Madrid: Castalia, 1993. 210-12.