La derrota de la Armada Invencible (1588)

La hostilidad entre España e Inglaterra tenía motivaciones políticas, económicas y religiosas. La potencia naval inglesa la convertía en el mayor enemigo de la Monarquía española, que necesitaba comunicar por mar sus dispersos territorios. Para mantener la soberanía española sobre los Países Bajos era necesario el envío frecuente de tropas por mar. Por otra parte, el tráfico mercantil que relacionaba Castilla con aquellos estados septentrionales estaba en peligro por los ataques piratas desde El Havre y la isla de Wight, ataques que contaban con el apoyo de la Corona inglesa.

Por su parte, Inglaterra deseaba perjudicar el comercio de su rival flamenco y la situación hegemónica de la Monarquía española. Además, existían enfrentamientos coloniales porque los otros Estados europeos no aceptaron la división de las áreas de expansión colonial entre España y Portugal que se hizo en el tratado de Tordesillas.

Los conflictos religiosos daban justificación a ambos contendientes y aumentaban las hostilidades de los respectivos súbditos contra el odiado enemigo. Las relaciones hispano-inglesas se degradaron con rapidez ante los episodios cada vez más frecuentes de piratería en las costas europeas, con grave deterioro de las relaciones mercantiles de la zona y la ruina consecuente del mercado de la lana castellana.

La hostilidad inglesa se agravó con la unión de Portugal y todo su imperio marítimo a España, que alejaba aún más la posibilidad de su participación en el terreno colonial. Por otra parte, el malestar aumentó tras las sublevaciones católicas en Inglaterra, ayudadas más o menos abiertamente por España, que también apoyaba a los rebeldes irlandeses.

En 1585 la guerra quedó abierta después de ser expulsado de Inglaterra el embajador español, acusado de participar en una conspiración. Inglaterra decidió una intervención directa y atacó los Países Bajos.

La única solución para la defensa de los Países Bajos y de las colonias parecía ser el sometimiento de Inglaterra, lo que hizo tomar fuerza a la propuesta de un ataque sorpresa contra Inglaterra por mar. Felipe II decidió la preparación de una gran Armada en Cádiz y Sevilla, para que actuara conjuntamente con las tropas que se encontraban en los Países Bajos.

Estaban ultimados los planes y la flota a punto de partir cuando murió el hombre que debía mandarla. Su sustitución por un hombre que no era marino profesional fue uno de los errores, junto con la dificultad de coordinar su actuación con las tropas que se encontraban en los Países Bajos. La denominada "Armada Invencible", compuesta por 130 navíos que transportaban 27.000 hombres, zarpó definitivamente de La Coruña el 12 de julio; al acercarse al canal de La Mancha se encontró con la flota inglesa, que la esperaba en Plymouth, y tras varios días de enfrentamientos llegó a Calais apenas sin daño.

El encuentro con las tropas que esperaban en los Países Bajos era difícil. Mientras se intentaba resolver la situación, la armada inglesa atacó los días 7 y 8 de agosto a la Invencible, que, tras sufrir grave daño, fue arrastrada por tempestades hacia el norte, hasta hacer imposible volver para encontrarse con las tropas que aguardaban. La Invencible emprendió el retorno bordeando las islas Británicas, con bajas de millares de hombres en el camino, hasta llegar a Santander el 23 de septiembre.

El desastre de la Armada Invencible supuso un daño irreparable para la marina española. En los años siguientes, la piratería inglesa conoció uno de sus mejores momentos, con centenares de actos de pillaje al año, que obligaron a la mejora de las defensas y a la construcción de una cadena de fortificaciones en las colonias españolas. A pesar del alto precio de la construcción naval en España, la necesidad de defender el Imperio hizo pensar a Felipe II en una segunda gran Armada, que efectivamente se construyó en 1596 con el objetivo de invadir Irlanda, pero que fue dispersada por los vientos, repitiéndose las pérdidas. Pero Felipe II continuó con la idea de la gran Armada, y en otoño de 1597 volvería a repetirse el encuentro con la climatología adversa y la dispersión. Al año siguiente moría el monarca español, y la disminución de los recursos obligó a su sucesor a olvidarse de la invasión de Inglaterra. Además, la muerte de Isabel I en 1603 dio paso a un período de buenas relaciones entre los antiguos contendientes.