La épica

El poema épico (o cantar de gesta) celebra las hazañas de un héroe que, aunque por lo general es un personaje histórico, es representado como un ser capaz de hechos casi sobrenaturales y trascendentales. Su composición se considera un fenómeno colectivo más que individual, pues se presume que el poema recoge el contenido de varios cantares populares sobre el personaje. En España la épica tuvo un repertorio relacionado con la reconquista, aunque su temática no se limita a estas acciones. En términos formales la composición consta de estrofas de cuatro versos asonantes de dieciséis sílabas con una cesura (pausa) en medio de cada verso.

El fragmento que sigue es del Cantar de Mío Cid, poema épico que narra las hazañas de Rodrigo Díaz de Vivar. El Cid ha sido echado del reino por el rey Alfonso, quien ha ordenado que nadie lo ayude en su marcha al destierro. El fragmento narra la llegada del Cid a Burgos, y su encuentro con una niña que le explica al Cid que la ira del rey caerá sobre cualquier persona que le dé albergue o comida. El texto se reproduce del original, así como en una versión modernizada.

El etnomusicólogo español Antoni Rossell ha intentado una reconstrucción moderna de lo que puede haber sido una representación del Cantar de Mio Cid. Para escuchar los versos del cantar que aparecen abajo, pulse aquí.


 

Manuscrito original

Mio Çid Roy Díaz por Burgos entró,

En sue compaña sessaenta pendones;

exien lo veer mugieres e varones,

burgeses e burgesas por las finiestras sone,

plorando de los ojos, tanto avien el dolore.

De las sus bocas todos dizían una razóne:

"Dios, qué buen vassallo, si oviesse buen señore!

Conbidar le ien de grado, mas ninguno non osava:

el rey don Alfonsso tanto avie la grand saña.

Antes de la noche en Burgos dél entró su carta,

con grand recabdo e fuertemientre seellada

que a mio Çid Roy Díaz, que nadi nol diessen posada,

e aquel que gela diesse sopiesse vera palabra

que perdiere los averes e más los ojos de la cara,

e aun demás los cuerpos e las almas.

Grande duelo avien las yentes cristianas;

ascóndense de mio Çid, cal non osan dezir nada.

El Campeador adeliñó a su posada;

así commo llegó a la puorta, fallóla bien çerrada,

por miedo del rey Alfons, que assí lo pararan:

que si no la quebrantás, que no gela abriessen por nada.

Los de mio Çid a altas voces llaman,

los de dentro non les quieren tornar palabra.

Aguijó mio Çid, a la puerta se llegaua,

sacó el pie del estribera, una ferídal dava;

non se abre la puerta, ca bien era çerrada.

Una niña de nuef años a ojo se parava:

"Ya Campeador, en buena çinxiestes espada !

El rey lo ha vedado, anoch dél entró su carta,

con grant recabdo e fuertemientre seellada.

Non vos osariemos abrir nin coger por nada;

si non, perderiemos los averes e las casas,

e aun demás los ojos de las caras.

Çid, en el nuestro mal vos non ganades nada;

mas el Criador vos vala con todas sus vertudes santas."

Esto la niña dixo e tornós pora su casa.

Versión modernizada

Ya por la ciudad de Burgos el Cid Ruy Dias entró.

Sesenta pendones lleva detrás el Campeador.

Todos salían a verle, niño, mujer y varón,

a las ventanas de Burgos mucha gente se asomó.

¡Cuántos ojos que lloraban de grande que era el dolor!

Y de los labios de todos sale la misma razón:

"¡Qué buen vasallo sería si tuviese buen señor!"

De grado le albergarían, pero ninguno lo osaba,

que a Ruy Diaz de Vivar le tiene el rey mucha saña.

La noche pasada a Burgos llevaron una real carta

con severas prevenciones y fuertemente sellada

mandando que a Mío Cid nadie le diese posada,

que si alguno se la da sepa lo que le esperaba:

sus haberes perdería, más los ojos de la cara,

y además se perdería salvación de cuerpo y alma.

Gran dolor tienen en Burgos todas las gentes cristianas

de Mío Cid se escondían: no pueden decirle nada.

Se dirige Mío Cid adonde siempre paraba;

cuando a la puerta llegó se la encuentra bien cerrada.

Por miedo del rey Alfonso acordaron los de casa

que como el Cid no la rompa no se la abrirán por nada.

La gente de Mío Cid a grandes voces llamaba,

los de dentro no querían contestar una palabra.

Mío Cid picó el caballo, a la puerta se acercaba,

el pie sacó del estribo, y con él gran golpe daba,

pero no se abrió la puerta, que estaba muy bien cerrada.

Una niña de nueve años muy cerca del Cid se para:

"Campeador que en bendita hora ceñiste la espada,

el rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta,

con severas prevenciones y fuertemente sellada.

No nos atrevemos, Cid, a darte asilo por nada,

porque si no perderíamos los haberes y las casas,

perderíamos también los ojos de nuestras caras.

Cid, en el mal de nosotros vos no vais ganando nada.

Seguid y que os proteja Dios con sus virtudes santas."

Esto le dijo la niña y se volvió hacia su casa.