El romancero: "La jura de Santa Gadea"

La fragmentación progresiva de los cantares de gesta (poemas épicos o heroicos que narran las hazañas de personajes históricos o legendarios) en sus núcleos temáticos principales produjo una variedad de composiciones mucho más breves que se fueron desligando del asunto principal y adquirieron características formales y estéticas propias. Así, por ejemplo, aparecen romances que tratan o amplifican sucesos particulares del Poema del Mío Cid, como los del héroe en su juventud, sus relaciones con su esposa doña Ximena, o el episodio de la afrenta que le hacen al Cid los Infantes de Carrión. Los versos son de ocho sílabas--que se corresponden con las cesuras o hemistiquios de los poemas épicos de donde surgieron--y de rima asonante en los versos pares.

Ver también el romance tradicional sobre la derrota de don Rodrigo ya visto en la unidad sobre la Hispania visigoda.

 

"Romance del juramento que tomó el Cid al rey don Alfonso"
(conocido como "La jura de Santa Gadea")

En santa Agueda de Burgos,
do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso
por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid,
ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro
y una ballesta de palo
y con unos evangelios
y un crucifijo en la mano.
Las palabras son tan fuertes
que al buen rey ponen espanto;
-Villanos te maten, Alonso,
villanos, que no hidalgos,
de las Asturias de Oviedo,
que no sean castellanos;
mátente con aguijadas,
no con lanzas ni con dardos;
con cuchillos cachicuernos,
no con puñales dorados;
abarcas traigan calzadas,
que no zapatos con lazo;
capas traigan aguaderas,
no de contray ni frisado;
con camisones de estopa,
no de holanda ni labrados;
caballeros vengan en burras,
que no en mulas ni en caballos;
frenos traigan de cordel,
que no cueros fogueados.
Mátente por las aradas,
que no en villas ni en poblado,
sáquente el corazón
por el siniestro costado;
si no dijeres la verdad
de lo que te fuere preguntando,
si fuiste, o consentiste
en la muerte de tu hermano.
Las juras eran tan fuertes
que el rey no las ha otorgado.
Allí habló un caballero
que del rey es más privado:
-Haced la jura, buen rey,
no tengáis de eso cuidado,
que nunca fue rey traidor,
ni papa descomulgado.
Jurado había el rey
que en tal nunca se ha hallado;
pero allí hablara el rey
malamente y enojado:
-Muy mal me conjuras, Cid,
Cid, muy mal me has conjurado,
mas hoy me tomas la jura,
mañana me besarás la mano.
-Por besar mano de rey
no me tengo por honrado,
porque la besó mi padre
me tengo por afrentado.
-Vete de mis tierras, Cid,
mal caballero probado,
y no vengas más a ellas
dende este día en un año.
-Pláceme, dijo el buen Cid,
pláceme, dijo, de grado,
por ser la primera cosa
que mandas en tu reinado.
Tú me destierras por uno,
yo me destierro por cuatro.
Ya se parte el buen Cid,
sin al rey besar la mano,
con trescientos caballeros,
todos eran hijosdalgo;
todos son hombres mancebos,
ninguno no había cano;
todos llevan lanza en puño
y el hierro acicalado,
y llevan sendas adargas
con borlas de colorado.
Mas no le faltó al buen Cid
adonde asentar su campo.