Resumen histórico: La Ilustración en España e Hispanoamérica
Mucho más que una corriente
filosófica, el concepto de Ilustración se refiere a un movimiento intelectual
que tenía como fundamento central la creencia en la primacía del poder de la
razón. A través de principios
racionales se puede lograr una comprensión más perfecta de Dios, la naturaleza
y el hombre. La razón también es una herramienta para mejorar la vida en este
mundo mediante los avances sociales, económicos, filosóficos y artísticos. La
Ilustración en Europa no surgió de la nada, sino que fue la herencia del desarrollo
intelectual de los siglos anteriores, empezando con los humanistas y pasando por los
grandes descubrimientos filosóficos y científicos del siglo XVII.
En su marco europeo
general, el programa ilustrado puede sintetizarse en cuatro puntos esenciales:
1. aceptación de la investigación científica y de sus resultados aun a riesgo
de chocar con las opiniones corrientes; 2. lucha contra la superstición y los
prejuicios, en especial los que conducen a cualquier forma de opresión e injusticia;
3. reexamen crítico de todas las creencias básicas;
4. interés por las obras de reforma económica y social. El deseo que está detrás
del proyecto ilustrado es el de un proceso de liberación de ataduras, llegar
a la felicidad con la luz de la razón. Es cierto que el Renacimiento y la Reforma
habían pretendido liberar al hombre del peso de la historia, pero habían recurrido
a la misma historia: el Renacimiento al hombre idealizado de la Antigüedad,
y la Reforma al 'cristiano libre', al hombre dedicado sólo a la palabra de Dios.
La Ilustración es más radical: impone un criterio más allá de la historia: el
hombre como un ser naturalmente racional, que juzga y somete todo al veredicto
de la razón. La historia llega a ser para los ilustrados un largo combate entre
'luces' y 'sombras'. Durante siglos la Razón ha sido una y otra vez obstaculizada
y vencida; la esclavitud, la servidumbre, el oscurantismo, la ignorancia y el
dogma son las manifestaciones de esa derrota. Pero poco a poco la Razón ha avanzado,
los hombres han logrado descubrirla, respetarla, fortalecerla. Ahora es el momento
de llevar la razón a las ciencias, a la filosofía, al arte, a la moral, al derecho.
El hombre está a un paso de su liberación, pues la Razón es Libertad, es Justicia,
es Bien, es Felicidad (todas con mayúsculas). La confianza en la razón humana
para resolver todos los problemas que el hombre encuentra es total. Los éxitos
logrados acentúan la confianza del hombre en sí mismo, y esto crea en los Ilustrados
una fe ciega en el progreso y en la futura resolución de los misterios y enigmas
de la naturaleza aún no resueltos y, como consecuencia, en la salvación final
en un nuevo paraíso terrenal.
Gran parte de la Ilustración
europea se asocia con el cuestionamiento del dogmatismo religioso y político
que reinaba en el continente. Sin embargo, este aspecto más conocido del movimiento
es difícil de encontrar en la historia de la España del siglo XVIII y sus colonias,
donde el absolutismo monárquico aumentó, y la fe católica experimentó pocos
cambios institucional y popularmente. En el mundo hispánico las transformaciones
más notables, conocidas como "las reformas borbónicas", ocurrieron
en los ámbitos de la economía, la administración estatal y las relaciones con
otras naciones.
Se considera que la
Ilustración en España empieza, aunque con lentitud, con la muerte de Carlos
II, el último de los monarcas Habsburgos españoles.
Antes de morir, Carlos nombra su sucesor a Felipe, el duque de Anjou
(nieto del rey francés Luis XIV), lo cual inicia la dinastía de los Borbones en la Península, que
reinará durante todo el siglo XVIII (ver un mapa de la Península del
siglo XVIII). Carlos II nombró sucesor al Duque de Anjou
para evitar la guerra entre España y Francia y mantener la herencia de los Habsburgos. Pero la incompetencia administrativa y la apatía
hacia su país adoptivo, además de las incursiones de la Gran Alianza durante la Guerra de Sucesión (1702-1713), las sublevaciones
internas, la hambruna y las enfermedades, causaron grandes problemas para el
gobierno. En abril de 1713 se firmó el tratado de Utrecht que, junto con el
de Rastatt (1714), dio fin a la larga guerra de sucesión, y Felipe
V (como se llamaría de ese momento en adelante) pudo reinar durante un periodo
de paz relativamente estable dentro el país. Esta paz se pagó a un precio muy
alto: los tratados requerían que España cediera muchos de sus territorios, entre
ellos los Países Bajos a Holanda, Sicilia a Saboya
(un estado independiente al sureste de Francia), la colonia de Sacramento (cerca
de Buenos Aires) a Portugal, y tal vez lo más importante, las plazas estratégicas
de Gibraltar y Menorca a Inglaterra.
Esta reducción territorial
y del poder imperial español tuvo sus efectos en las colonias españolas también.
Primero, España tuvo que conceder a Inglaterra el asiento, que permitió a los
ingleses romper el monopolio español de la trata de esclavos y también aumentar
su comercio con las colonias españolas. Este aumento en la libertad de comercio
permitió a su vez el contrabando masivo que llegó a causar grandes conflictos
entre las dos potencias marítimas. España siguió luchando en Italia, en gran
parte por los motivos políticos de Isabel de Farnesio, la segunda mujer
del rey, quien tenía gran influencia en la política exterior española. Sin embargo,
con esta excepción, España se encontraba ahora liberada de las costosas campañas
militares en Europa por primera vez en casi doscientos años. Guiada por los
monarcas borbones, ahora podía dedicar mucha más energía
administrativa a la explotación máxima de la colonias, e incluso combatir contra
competidores económico-militares como Inglaterra. Este intento de explotar al
máximo las colonias, que España había dejado prácticamente abandonadas durante
el siglo XVII, ha sido denominado por un historiador como "la segunda conquista
de América". La reafirmación de la hegemonía española sobre sus colonias
a mediados del siglo XVIII causó gran resentimiento entre los criollos americanos,
quienes se referían irónicamente a la distante autoridad de la metrópoli con
la expresión "la ley se acata pero no se cumple".
El reinado de Felipe
V (1713-1746) no se puede llamar propiamente ilustrado, e incluso se le ha descrito
como una "preilustración". La resistencia
a las nuevas ideas entre la población (incluyendo a los letrados) todavía era
enorme. Los que traían estas ideas a España recibían el nombre despectivo de
"novadores" y eran vistos como gente peligrosa que amenazaba con destruir
el statu quo. A pesar de esta hostilidad antiprogesista, Felipe V, por ser un noble francés y procedente
de un ambiente donde se valoraba la educación institucional, decidió fundar
organismos culturales tan importantes como las Reales Academias de la Lengua
y de la Historia y la Biblioteca Nacional. También con ayuda
estatal, entre 1737 y 1742 se publicó el importantísimo periódico Diario de los Literatos de España. La figura intelectual más destacada durante el reinado
de Felipe V fue sin duda el benedictino gallego Benito J. Feijóo, quien buscó complementar
su educación aristotélico-escolástica con los nuevos conocimientos de Francia,
Italia e Inglaterra. Su tratado Teatro crítico universal (1726-1739)
abarca casi todos los campos imaginables, desde la filosofía y la religión hasta
la ciencia y la historia, cuestionando con un racionalismo consecuente las formas
de pensar anticuadas que permanecían intactas en el ámbito español. Aunque la
plena Ilustración no había llegado aún a España, la influencia francesa se sentía
en la corte en las nuevas costumbres y modas. En el gobierno esta
influencia inició una centralización del poder monárquico fundamentado en el
poder de los nuevos ministros de Estado, Justicia, Hacienda, Guerra y
Marina, e Indias, que estaban supeditados directamente al rey.
El breve reinado de
Fernando VI (1746-1759) involucró a España en una multitud de alianzas políticas
y familiares. Como comenta un historiador, "El nuevo rey no sobresalía
ni por su inteligencia ni por su laboriosidad"; pero algunos ministros
efectuaron cambios notables. El más eficaz de ellos fue el Marqués de la Ensenada.
Reformó la recaudación de impuestos para hacerla más justa y eficiente y logró
mayor control monárquico sobre los asuntos de la Iglesia. La reforma más importante
fue la renovación total de la flota española, que servía para fortalecer cada
vez más la presencia metropolitana en las colonias.
La expresión "despotismo
ilustrado" ("Todo para el pueblo, pero sin el pueblo") con que
se conoce el reinado de Carlos III (1759-1788), describe bien el proceso de
reformas que se lograron gracias al poder monárquico absoluto que iba aumentando
con cada nuevo rey Borbón. Aunque el rey siempre tomaba las decisiones definitivas
en cuestiones de estado, el verdadero trabajo y la planificación de las reformas
eran la responsabilidad de varios ministros y consejeros cuyos proyectos para
fortalecer la economía tuvieron un gran efecto. El poderoso fiscal del
Consejo de Castilla, Pedro Rodríguez de Campomanes, luchó por eliminar varios abusos económicos que
perjudicaban a los agricultores. Campomanes, un hombre
erudito y de gran cultura clásica y jurídica, influyó en la fundación de las
Sociedades Económicas de Amigos del País en España y en las
colonias.
A partir de la mitad
del siglo XVIII, y a pesar de la prohibición inquisitorial, los libros de filósofos
tan importantes como Montesquieu, Voltaire, Rousseau y otros habían
llegado a manos de los intelectuales hispanos. Sin embargo, la Ilustración que
interesaba a estos últimos era más bien una Ilustración práctica donde conocimientos
como la botánica, la ingeniería y la economía servían para traer reformas al
comercio, la guerra y el poder del estado. Estas reformas fueron muy significativas
en la explotación y administración de las colonias. España siguió con poco éxito
el modelo francés de establecer compañías mercantiles e industriales, pero los
reglamentos de libre comercio propuestos por Campomanes mejoraron la economía peninsular tanto como la
de las colonias. Además de Campomanes, el secretario
de Hacienda de origen italiano, el Marqués de Esquilache,
impuso medidas para eliminar el fraude fiscal entre las clases privilegiadas
y para cobrar al clero lo que le debía a la Corona. Estas reformas, que coincidieron
con la modernización de Madrid (una ciudad carente de los servicios más básicos,
como calles pavimentadas, alumbrado público y recogido de basura) no fueron
bien recibidas por las clases privilegiadas, cuyo rencor y resentimiento estallaría
en el llamado Motín de Esquilache de 1766.
A diferencia de otros
países europeos, donde el deísmo y el ateísmo promovieron
un nuevo concepto de la religión, en España la Ilustración no conllevó grandes
cambios en la ortodoxia católica de los ciudadanos. Como todas las reformas
bajo Carlos III, las eclesiásticas también iban vinculadas a la centralización
del poder, esta vez siguiendo un proyecto de subordinación total de la Iglesia
a la Corona. La antipatía que sentía el rey hacia Roma tuvo su mayor manifestación
en la expulsión de los jesuitas (1767), decreto redactado
por el conde de Aranda que culpaba a la Compañía de Jesús de haber instigado
el motín de Esquilache. Para cumplir el decreto fueron
necesarias ciertas reformas escolares que reemplazaron el escolasticismo tradicional
con la lógica cartesiana, la física moderna, la nueva epistemología, etc. La
mayoría de las instituciones educativas rechazaron estas reformas "radicales",
pero un número de estudiantes y profesores las aceptaron para familiarizarse
con la ciencia y la teoría política modernas.
Aunque el conde de
Aranda apoyaba la monarquía absoluta de Carlos III, su personalidad autoritaria
hizo que el rey lo sustituyera y nombrara en su lugar al conde de Floridablanca, quien como Secretario de Estado sería en la
práctica el jefe de estado desde 1777 hasta la muerte del rey en 1788. Durante
estos años Floridablanca logró reformas como el apoyo
estatal de las escuelas profesionales, la reducción del número de mendigos,
la fundación de agencias públicas de crédito, y la formación de un tipo de gabinete
ministerial llamado la Junta Suprema de Estado (1787) para hacer más eficiente
el gobierno y, claro está, aún más centralizado. Campomanes
y Floridablanca fueron con toda probabilidad los reformadores
españoles más importantes, pero sus proyectos se vieron detenidos por el temor
causado por las revoluciones en los Estados Unidos (1776) y en Francia (1789). Al llegar el rey
Carlos IV al trono, los mismos ministros que antes habían promovido el florecimiento
de la Ilustración en España ahora trabajaban para cortarla de raíz.
La historia ha querido
ver a Carlos IV (reinó 1788-1808) como un hombre incapaz de gobernar. Sin embargo,
este juicio es demasiado severo si se considera que sus buenas intenciones para
mejorar el bienestar de España y su imperio fueron vencidas primero por la reacción
conservadora ante la Revolución Francesa, y luego por la invasión de Napoleón
a España. Como había ocurrido con sus antecesores, el gobierno de Carlos IV
estuvo marcado por sus ministros tanto como por la autoridad del propio monarca,
aunque esta vez tres personajes muy diferentes tomarían las riendas del poder.
Floridablanca, asustado por la Revolución Francesa,
instituyó la censura de los periódicos, prohibió la entrada al país de publicaciones
francesas y frenó las actividades de las Sociedades Económicas de Amigos del
País. Bajo presión de su primo, el rey Luis XVI de Francia, quien quería apoyo
oficial para una nueva monarquía constitucional, Carlos IV despidió a Floridablanca
y nombró en 1792 al conde de Aranda para reemplazarlo. Aranda resultó incompetente
y perdió su puesto cuando ese mismo año el rey francés fue derrocado y se proclamó
la República Francesa.
Manuel Godoy fue nombrado
sucesor de Aranda. Godoy tuvo oportunidad de tener un contacto íntimo con los
reyes. Sus detractores (partidarios del conde de Aranda o del futuro rey Fernando
VII) echaron a correr rumores que lo acusaban de ser amante de la reina y de
querer apoderarse del trono. Lo cierto es que Godoy gozó de un poder enorme,
incluso cuando abandonó su cargo de ministro en 1798. Su mayor preocupación
fue la política exterior, en la cual intentó evitar a toda costa una guerra
con los franceses, ahora antimonárquicos, por lo cual se ganó el epíteto de
"Príncipe de la Paz". Aliarse con Francia en aquella época equivalía
a declararse en contra de Inglaterra, y España se vio envuelta otra vez en una
guerra con su rival marítimo. Poco después, Napoleón aprovechó la debilidad
de España e invadió el país en 1808. Carlos IV fue obligado por Napoleón a renunciar
al trono en favor de su hijo Fernando, y éste a su vez abdicó en favor de Napoleón,
quien colocó en el trono español a su hermano José Bonaparte.
El prototipo del ilustrado
español fue Gaspar Melchor de Jovellanos, intelectual asturiano
que había sido discípulo de Campomanes. Jovellanos intentó mantener la ortodoxia católica mientras
luchaba contra la ignorancia científica popular y llevar los frutos de la Ilustración
al pueblo a través del Instituto Asturiano de su ciudad natal, Oviedo. En 1795
este admirador de Adam Smith
y el libre comercio escribió su obra maestra, Informe
en el expediente de Ley Agraria, que proponía devolver el control de las
tierras en posesión de la Iglesia y la aristocracia a los pequeños agricultores.
Por eso no sorprende que este libro luego fuera prohibido por la Inquisición.
Aunque Jovellanos llegó a ocupar un puesto ministerial
por ocho meses en 1797, fue destituido y más tarde encarcelado en Palma de Mallorca
en 1801.
Las manifestaciones
artísticas en el siglo XVIII estuvieron muy influidas por el neoclasicismo francés. Escritores
como Félix María Samaniego y Tomás de Iriarte, y dramaturgos como
Leandro Fernández de Moratín aprovecharon las posibilidades
didácticas de la literatura y el teatro para criticar los vicios generales,
los excesos artísticos y las costumbres anticuadas. Sin duda el artista más
famoso de los siglos XVIII y XIX en España fue Francisco de Goya y Lucientes, cuyos cuadros y grabados iniciales mostraban
escenas de la vida del pueblo y la aristocracia durante los reinados de Carlos
III y Carlos IV (Goya fue pintor de la corte de este último). Su estilo y sus
temas cambiarían radicalmente con la llegada de las guerras napoleónicas, así
como en su "período negro" de reclusión al final de su vida.
Al igual que ocurrió
en la Península, las colonias recibieron con entusiasmo los aspectos científicos
y económicos de la Ilustración, a la vez que rechazaron las ideas revolucionarias
en lo político (ver un mapa de las Américas de los siglos XVI-XVIII). Los cambios gubernamentales
más significativos se limitaron a la apertura al libre comercio y a los intentos
de eliminar los abusos y el fraude administrativos. Las universidades coloniales
apenas reflejaron en sus textos y métodos de enseñanza las nuevas tendencias.
Sin embargo, aunque el interés creciente en las nuevas técnicas para explotar
la gran riqueza de las colonias no provocó reformas en las viejas instituciones,
sí dio pie a la creación de entidades nuevas y especializadas como el Colegio
de Minería en México.
La circulación del
nuevo saber enciclopédico y las expediciones científicas,
como las del alemán Alexander von Humboldt, aumentarían la fascinación por
la naturaleza sobrecogedora de la geografía americana. El mejor ejemplo de esta
interesante combinación de motivos científicos, folklóricos y sociológicos fueron
las pinturas de castas, una modalidad que
apareció a finales del siglo XVII pero que cobraría un nuevo significado con
la llegada de la Ilustración.
En vísperas de las
Guerras de Independencia la Ilustración en las colonias se identificaba más
con Feijóo y Jovellanos
que con Hobbes y Locke,
aunque los pensamientos de estos últimos---que junto con Rousseau
y Montesquieu eran sólo conocidos por una élite intelectual muy pequeña al final del siglo XVIII--influirían
sin duda en los proyectos de los líderes revolucionarios latinoamericanos.
Cronología
1700 Muerte de Carlos
II. Empieza la dinastía Borbón con Felipe V
1702-1713 Guerra de Sucesión española
1713 La paz de Utrecht pone fin a la Guerra de Sucesión
1714 Fundación de la Real Academia Española de la Lengua (RAE)
1726 Se empiezan a publicar el Diccionario de Autoridades de la RAE y
el Teatro crítico universal de Feijóo
1746 Fallece Felipe V y le sucede su segundo hijo Fernando VI
1756 Primera Sociedad Económica de Amigos del País
1759 Fallece Fernando VI y le sucede Carlos III; comienzo del "despotismo
ilustrado"
1766 Motín de Esquilache
1767 Expulsión de los jesuitas
1776 La revolución en las colonias inglesas de Norteamérica
1787 Creación de la Junta Suprema de Estado, promovida por el Conde de Floridablanca
1788 Muere Carlos III y le sucede su hijo Carlos IV
1789 La revolución francesa
1790 Fin de la Casa de Contratación.
1795 Jovellanos escribe su Informe en el expediente
de la ley agraria