Resumen histórico: El Renacimiento y el Siglo de Oro

España en el siglo XVI

El matrimonio de los Reyes Católicos no significó la unión institucional de los reinos hispánicos. La única diferencia con la situación anterior era que Castilla y Aragón tenían los mismos reyes. A la muerte de Isabel en 1504 le debe suceder en el trono de Castilla su hija Juana. No obstante, dada la inestabilidad mental de la nueva reina, se encarga a su padre, Fernando V de Aragón, la regencia de Castilla hasta la mayoría de edad de Carlos, hijo de Juana y su esposo Felipe de Habsburgo. Fernando cedió la regencia de Castilla a su yerno Felipe en 1506, pero la muerte prematura de éste hizo que Fernando retomara la regencia hasta su muerte.

Carlos de Habsburgo, hijo de Juana I de Castilla y Felipe de Habsburgo, nació en Gante, Bélgica, en 1500. Permaneció en los Países Bajos hasta el momento en que fue llamado a ser rey en 1517. La política matrimonial de los Reyes Católicos tuvo como resultado la herencia de un patrimonio inmenso para Carlos. De sus abuelos maternos heredó los reinos peninsulares menos Portugal; los dominios mediterráneos de la corona de Aragón (islas Baleares, Sicilia, Cerdeña y Nápoles); los dominios atlánticos de Castilla (Canarias y el Nuevo Mundo). De su abuela paterna, María de Borgoña, Carlos hereda el ducado de Borgoña que incluye los Países Bajos, Luxemburgo y el Franco Condado. De su abuelo Maximiliano hereda los estados de la casa de Austria y el derecho a ser elegido emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.

La herencia del Sacro Imperio Romano Germánico condicionó en gran medida la política de Carlos. La corona imperial, especialmente cuando la disfrutaba uno de los miembros de la casa de Habsburgo, implicaba un compromiso de defensa terrenal de la cristiandad providencialmente condicionado. Como los emperadores romanos, de los cuales el título imperial descendía hasta Carlos, el emperador alemán reivindicó siempre su papel como legítimo guía de la religión imperial, en este caso el cristianismo católico, muchas veces en clara competencia con el papado. Con esta concepción del imperio en que estado y religión son casi la misma cosa, la prioridad de la política de Carlos I de España y V de Alemania era la consecución de un imperio universal cristiano, esto es: la unificación de los reinos del mundo bajo la fe católica y bajo el poder político del emperador.

Durante el reinado de Carlos como emperador, no sólo tuvo que enfrentar las amenazas constantes del imperio otomano a los territorios de su familia. Además, dentro del imperio comenzaba a crecer un movimiento que, ante la obvia corrupción del cristianismo papal del momento, pedía una reforma profunda de la institución eclesiástica y de sus artículos de fe. La necesidad de una reforma de la Iglesia ya había encontrado en el humanismo, especialmente en el de Erasmo de Rotterdam, una voz defensora. Pero es la figura de Martín Lutero la que provoca finalmente un debate que lleva a la escisión religiosa en la que muchos reinos del norte de Europa se separan de la autoridad del Papa para seguir la Reforma protestante. El papel de guía de la cristiandad de la autoridad imperial obliga a la defensa de ésta por las armas. Dado que el emperador también tenía poderes dentro de la institución eclesiástica, aconsejó la convocatoria de un concilio en el que se debatiese una reforma ortodoxa de la Iglesia y en el que se debía dejar clara la postura de la Iglesia en cuanto a sus artículos de fe. La reunión que inaugura la acción de defensa teológica de la Iglesia católica, la Contrarreforma, se conoce como el Concilio de Trento (1545-64). En éste tuvieron gran peso las opiniones de los obispos españoles sancionadas por el emperador, y se dio lanzamiento a una orden religiosa creada en 1540 por el español Iñigo, o Ignacio, de Loyola: la Compañía de Jesús. Su papel principal era el de la defensa, difusión, y enseñanza de las posiciones adoptadas en este concilio.

La idea imperial heredada de sus antepasados alemanes no implica, en teoría, un interés por amasar territorios sino el sometimiento de todos los pueblos al cristianismo. Carlos V (Carlos I de España) concibe sus dominios como una serie de estados independientes unidos bajo su mando. La corte siempre itinerante nunca estableció una capital fija. Las cuatro coronas que Carlos hereda conservaron sus estructuras sociales y políticas diferentes, aunque fue Castilla la que soportó en mayor medida el peso económico y militar de la política imperial carolina.

La política imperial no coincide en la mayoría de los casos con los intereses políticos de los reinos hispánicos, especialmente con los de Castilla, aunque se usa su apoyo financiero y militar para conseguir los fines imperiales. La principal rivalidad de Carlos es con Francia, con quien compite por intereses estratégicos en Italia. La victoria de los ejércitos de Carlos sobre los franceses en 1525 marca la hegemonía imperial sobre Italia. A pesar de la ortodoxia cristiana que mueve los intereses del imperio, su avance hegemónico sobre Italia incomoda al papado que más de una vez se alía con sus enemigos para detener a Carlos. Esta tensión llega a su cima con el saqueo de Roma en 1527 por parte de las tropas imperiales, en su mayoría constituidas por soldados alemanes familiarizados con las doctrinas reformistas protestantes.

El avance turco es otro de los frentes de la política imperial. Carlos y sus ejércitos consiguen frenarlo a las puertas de Viena, impidiendo la caída de esta ciudad, mientras que su armada en el Mediterráneo toma ciudades claves del norte de África para impedir los ataques piratas a las costas europeas patrocinados por los turcos.

La extensión del protestantismo supone otra dificultad para los intereses imperiales de Carlos. Aunque en este campo consigue victorias importantes, finalmente se ve obligado a firmar en 1555 la paz de Augsburgo, en la que reconoce el derecho de los príncipes a imponer su religión en sus dominios (cuius princeps, eius religio).

Carlos también va a encontrar dificultades entre los reinos hispánicos, especialmente al comienzo de su reinado. Cuando Carlos sale en su viaje para ser coronado emperador en Bolonia se producen levantamientos en Castilla, Valencia y Mallorca por el descontento con sus prácticas políticas. Por un lado se produce el levantamiento de los Comuneros, descontentos por el hecho de que Carlos, venido de los Países Bajos, se rodeara exclusivamente de consejeros extranjeros que sólo se preocupaban por enriquecerse y obtener los recursos necesarios para costear las campañas electorales de Carlos en Alemania para conseguir el título imperial.

Otro problema peninsular del reinado de Carlos es el levantamiento de las Germanías (hermandades gremiales) valencianas en 1519. El descontento se debía a que la nobleza había abandonado la ciudad huyendo de la peste y a que Carlos no había ido a jurar los fueros valencianos. Las revueltas comenzaron en Valencia y fueron sofocadas en 1521 gracias a la alianza entre el rey y la nobleza. Pero ese mismo año se sublevan los menestrales de Mallorca contra los impuestos de la nobleza, rebelión que es suprimida en 1523. De estos disturbios salen fortalecidos la nobleza y el poder real, mientras que la burguesía urbana pierde influencia.

Después de conseguir la corona imperial el proyecto de Carlos era convencer a los electores imperiales de que el título fuera hereditario, para lo cual promueve una gran campaña de publicidad genealógica que ya había comenzado su abuelo el emperador Maximiliano. Pero no consiguió que su hijo, el futuro Felipe II, fuera elegido, y el siguiente emperador fue Fernando, rey de Bohemia y hermano de Carlos. Carlos V había fracasado en sus aspiraciones a la monarquía universal, no por carecer de cualidades personales, sino a causa de sus insuficientes medios. Abdicó, repartió el Imperio entre su hijo y su hermano menor y se retiró al monasterio de Yuste en 1556, donde murió en 1558.

El reinado de Felipe II (1556-1598)

Felipe II recibe los países borgoñones, Aragón, Castilla, Sicilia, así como las Nuevas Indias. Fernando I, además de la dignidad imperial, conserva las posesiones tradicionales de los Habsburgo. Así se consagra la escisión entre los dominios alemanes por una parte y los españoles e italianos por otra, pese a la persistencia de los vínculos de interés y de familia.

Felipe II transforma el imperio cristiano universal en imperio hispánico centrado en la península. Portugal es anexionado a España en 1580. La concepción de la familia Habsburgo como guía de la cristiandad sigue vigente con este rey. La unión de la religión y el estado se hace evidente en la política exterior, todavía centrada en la lucha contra el protestantismo y la diseminación de la Iglesia surgida de la Contrarreforma. De este modo, Felipe hereda las enemistades europeas de su padre. Sin embargo, su matrimonio con la reina María Tudor de Inglaterra le aseguraba el comercio con Flandes y arrinconaba el poder francés en Europa. La victoria de Felipe sobre los ejércitos franceses en San Quintín obliga a la firma del tratado de Cateau-Cambresis en 1559 que establece la hegemonía hispana en Europa. Los turcos son derrotados por una flota conjunta compuesta por barcos españoles, venecianos y papales en Lepanto (1571). En esta batalla participó y fue herido en un brazo el futuro escritor Miguel de Cervantes.

A la muerte de María Tudor en 1558, Felipe II vuelve a la Península con una nueva política centralizadora y castellanizante. En 1561 establece la capital de su imperio en Madrid, el centro geográfico de la península, desde donde gobernaría sus posesiones (Península Ibérica, posesiones africanas, italianas, Países Bajos y el Nuevo Mundo). El acceso al trono de Isabel I en Inglaterra renueva las tensiones religiosas entre las monarquías hispana e inglesa. En 1588 se produce el intento fallido de invasión de las Islas Británicas mediante la llamada Armada Invencible que termina con la pérdida de casi toda la flota de guerra del rey.

En los reinos peninsulares la imposición de las líneas más duras de la Contrarreforma no encuentra gran resistencia, aunque entre 1568 y 1570 se produce el levantamiento de los moriscos en las Alpujarras granadinas.

A pesar de la expansión económica que debía producirse gracias a los ingresos del mercado americano y las conexiones comerciales del Mediterráneo, el tesoro real conoció en la segunda mitad del siglo XVI tres bancarrotas. La causa de esta contradicción se encuentra en la política y los gastos de guerra de la corona en el exterior, que estaban financiados casi exclusivamente por Castilla. La clase financiera peninsular había quedado diezmada por la expulsión de los judíos en 1492 y la corona tiene que pedir sus créditos a banqueros de Flandes, Génova y Alemania, a quienes iba a parar el oro americano sin dejar beneficios en la Península. Por otra parte, la incapacidad de la producción peninsular para hacer frente a la demanda del creciente mercado americano supuso un aumento espectacular de la inflación y una pérdida de competitividad frente a los productos extranjeros. Esto provocó la pérdida constante de poder adquisitivo por parte del consumidor peninsular y la ruina de la artesanía local.

El Humanismo renacentista

Las relaciones de los reinos hispánicos con Italia ponen en contacto a la intelectualidad hispana con el movimiento humanístico italiano que se inició en el siglo XIV. La influencia del Canzoniere del italiano Petrarca en cuanto a temas y metros marca el inicio del Renacimiento en las literaturas europeas. El humanismo se destaca por su concepción antropocéntrica de la creación: el hombre como medida de todas las cosas. Se pensaba que ese ideal antropocéntrico lo había vivido la antigüedad grecorromana, y por eso se emprende la restauración de los ideales clásicos. Los grandes autores griegos y latinos son estudiados, venerados e imitados. El nuevo objeto de estudio es la producción humana: las lenguas, la historia, la literatura, etc.

El poder creciente de los reinos peninsulares atrae a intelectuales extranjeros, pero no faltan ejemplos autóctonos. Por ejemplo el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros es un personaje clave en el humanismo español. Promueve la fundación de la Universidad Alcalá de Henares donde bajo su patrocinio se inició la elaboración de la llamada Biblia políglota complutense, una versión de la Biblia traducida a los idiomas latino, griego, hebreo y castellano. Antonio de Nebrija publica en 1492 su Gramática castellana, que refleja el espíritu humanista de consolidación de las lenguas romances como vehículos de prestigio para la transmisión del conocimiento frente al latín. La gran obra literaria de esta primera época del humanismo renacentista en España es La Celestina (1499) del converso Fernando de Rojas, y que pertenece al género de la comedia humanística cuyo modelo estableció Petrarca.

En la corte de Carlos V existía un importante núcleo de intelectuales humanistas que mantenía estrechos vínculos con Erasmo de Rotterdam (1467-1536). A su estudio y difusión de los clásicos se une su papel como crítico de la corrupción eclesiástica de su época. Propugnaba un cristianismo puro fundado en la espiritualidad interior más que en las manifestaciones externas. Sus ideas morales y religiosas penetran en la intelectualidad hispana, aunque se ve combatido por los sectores más tradicionales del clero que veían una continuidad entre las ideas de Erasmo y las propuestas protestantes. Entre los seguidores españoles de Erasmo vinculados a la corte se encontraba el valenciano Juan Luis Vives, quien vivió la mayor parte de su vida en los Países Bajos. Su propósito era probar que las nuevas tendencias humanistas no estaban en contradicción con las concepciones éticas y religiosas cristianas. Los hermanos Juan y Alfonso de Valdés, personajes muy cercanos a Erasmo y consejeros personales de Carlos V, son considerados precursores del protestantismo español.

Los años veinte del siglo XVI conocen la mayor expansión del erasmismo, aunque en 1525 comienzan las primeras prohibiciones sobre la literatura protestante. Esta reacción se extiende a todo indicio de disidencia, y pronto se inicia la persecución de los erasmistas. La obra de Erasmo es declarada heterodoxa, y sus libros son prohibidos en España a pesar de la defensa que de ella hicieron personajes muy cercanos al emperador.

España en el siglo XVII

El siglo XVII está marcado por la gran crisis de los reinos hispánicos originada en el reinado de Felipe II. Los reyes delegan su poder en sus ministros favoritos, llamados privados o validos. La depresión económica de las primeras décadas del siglo obliga a llevar una política de paz. Las primeras guerras de Felipe IV concluyen con un balance positivo para la monarquía española, pero la generalización de la guerra en todos los frentes hostiles a la corona española y una economía todavía débil provocan finalmente su derrota. A mediados de siglo, tras las paces de Westfalia (1648) y los Pirineos (1659), la hegemonía europea pasa a Francia.

Crisis social y económica

Hay varios factores que contribuyeron al agravamiento de la crisis económica en el siglo XVII. Están por un lado las prácticas de alteración monetaria que llevó a cabo la corona para satisfacer sus necesidades financieras. Por otro lado están el desarrollo de una burocracia enorme y la falta de inversión productiva. Se afianza la mentalidad social cuyo ideal es vivir de las rentas. Se buscan puestos en la administración o títulos que proporcionen buenas rentas sin trabajar. La corona aprovechó esta coyuntura social vendiendo títulos y privilegios que le proporcionaban grandes cantidades de dinero rápido; pero los privilegios dotaban a los compradores de inmunidad fiscal, con lo que a largo plazo la corona perdía los ingresos de los impuestos a estos individuos. Finalmente, la disminución de la población fue drástica. Grandes desastres climáticos destruyeron las cosechas, y brotes periódicos de epidemias diezmaban la población. Las numerosas guerras debilitaron económicamente a Castilla principalmente. A esto hay que sumar las migraciones voluntarias a las colonias americanas y la expulsión definitiva de los moriscos en 1609.

Los campesinos cargaban con gran parte de las obligaciones tributarias, que subían constantemente. La caída de los precios y de la demanda americana, que ahora se autoabastecía, hizo que los campesinos pidieran préstamos para hacer frente a sus gastos. Éstos pocas veces se recuperaban, y sus tierras pasaban a manos de la nobleza que prestaba el dinero. Ésta amasó grandes propiedades sin pagar impuestos por ellas. Los campesinos emigraron a la ciudad, donde vivían miserablemente, aumentando el número de mendigos y bandoleros. Las tierras cultivadas disminuyeron y se hizo necesaria la importación de cereales.

La expulsión de los moriscos y la ascensión de la burguesía a la nobleza provocaron el colapso artesanal. La nobleza seguía considerando el trabajo manual un deshonor y no invertía su capital en estas labores. Su afán de vivir de las rentas fue adoptado por la clase media, cuyo ideal era ennoblecerse mediante la compra de títulos.

Aunque la paz del reinado de Felipe III hizo disminuir los gastos de guerra, los gastos de la corte aumentaron espectacularmente, casi tres veces más que los gastos cortesanos de Carlos V o Felipe II.

El proyecto de centralización del poder sobre los reinos de la Monarquía Hispánica

Durante el siglo XVII, los diferentes reinos que componían la monarquía hispánica todavía conservaban sus fueros y privilegios tradicionales. Cada reino contaba con leyes propias (fueros) y cortes independientes. El poder del rey era mayor en Castilla, y este reino y sus posesiones habían financiado hasta entonces todas las empresas de la corona, desde la política imperial de Carlos V hasta la defensa de las flotas de Indias. En este momento su economía se encontraba arruinada y su población diezmada. Ante la guerra inminente en Europa, el valido de Felipe IV, el conde duque de Olivares, lanzó un programa de medidas centralizadoras para conseguir que los otros reinos participasen en la financiación y en el aporte de soldados para la guerra. Para conseguir sacar adelante su proyecto de la "Unión de armas", se convocaron las cortes de Aragón, Valencia y Cataluña, pero estos reinos se negaron a participar en este proyecto.

Las presiones centralistas provocaron una serie de levantamientos durante la década de los años 30 que pusieron en peligro la unidad de la monarquía. Estos levantamientos recibieron el apoyo de las potencias enemigas de la corona: Francia, Países Bajos e Inglaterra. Los levantamientos más graves se produjeron en Cataluña y Portugal (1640). La sublevación de cataluña finalizó en 1652 con la conquista de Barcelona. La sublevación de Portugal, por la que se pretendía restaurar una dinastía portuguesa, terminó con la aceptación por parte de Felipe IV de la independencia del reino en 1668 tras las paces de Lisboa. Esto puso fin a los 88 años en que todos los reinos de la Península Ibérica permanecieron unidos bajo una misma corona.

El fin de la dinastía Habsburgo en España

Durante el reinado del último austria español, Carlos II, la monarquía española entra en franca decadencia. Luis XIV de Francia se anexiona territorios patrimoniales de los Habsburgo españoles, como ciertas plazas flamencas y el Franco Condado. Los antiguos enemigos de la monarquía española, especialmente Holanda, son los más firmes defensores de la causa hispana pues el peligro real ahora es el expansionismo de Luis XIV de Francia. Aun así, el rey francés logró extender su territorio hasta las fronteras naturales de los Pirineos por el sur y el Rhin por el este.

Las pocas expectativas en cuanto a la descendencia del Carlos II provocan la intromisión de las demás potencias europeas en la política sucesoria del trono español, llegándose a proponer la desmembración de los reinos de la monarquía hispánica. En los últimos años del reinado de Carlos II los dos partidos con aspiraciones a la sucesión, el francés y el austriaco, provocan divisiones en el país. Castilla favorecía al pretendiente francés, pero los reinos aragoneses veían con recelo la imposición de un rey Borbón cuyas prácticas absolutistas y centralistas amenazarían la independencia de sus fueros. Así pues, en Aragón y Cataluña se apoyaba al candidato austriaco. Carlos II murió en 1700 y dejó en su testamento a Felipe de Anjou como heredero. Felipe de Anjou era nieto de Luis XIV y sus derechos al trono español venían del hecho de que su abuela la reina de Francia era hermana de Carlos II, y su bisabuela, la madre de Luis XIV, era la hermana del rey Felipe IV de España.

La cultura del siglo XVII

La cultura del siglo XVII en España es la cultura del Barroco. El arte y la ideología asociados a este movimiento constituyen el núcleo propagandístico del catolicismo surgido del concilio de Trento. El aislamiento científico de España con respecto al resto de Europa comenzó con la política educativa de Felipe II en el siglo anterior. Para evitar el contagio de protestantismo por parte de los jóvenes españoles, Felipe II prohibió desde 1559 que sus súbditos estudiasen en universidades extranjeras. Este aislamiento, junto con la censura de libros, aísla a la ciencia hispana de los avances que estaban poniendo las bases de la ciencia moderna en Europa, como el empirismo inglés o el racionalismo de Descartes. A diferencia del estancamiento científico, el siglo XVII alcanza un gran esplendor en las artes plásticas, la literatura y la música durante los reinados de Carlos V y de Felipe II. Es la cima del movimiento que empezó en el siglo anterior, y al cual se le ha dado el nombre de "Siglo de Oro".


Cronología

1504 Muerte de Isabel de Castilla
1504-1506 Reinado de Juana la Loca y Felipe el Hermoso (muerto en 1506)
1516 Muerte de Fernando de Aragón
1517 Las 95 Tesis de Martín Lutero (comienzo de la Reforma)
1517 El futuro Carlos V (Carlos I de España; contemporáneo de Francisco I de Francia y Enrique VIII de Inglaterra) hereda el imperio español
1518 Carlos V otorga la primera concesión para introducir esclavos africanos en las colonias españolas del Nuevo Mundo
1519 Carlos V es nombrado Sacro Emperador Romano
1519-1521 Rebelión de los comuneros, con su derrota final en la batalla de Villalar
1540 San Ignacio de Loyola funda la Compañía de Jesús (los jesuitas)
1545-1563 Concilio de Trento (principio de la Contrarreforma católica)
1555 Tratado de Augsburgo (cuius regio, eius religio)
1556 Abdicación y reclusión de Carlos V en el monasterio de Yuste
1558 Muerte de Carlos V
1556-1598 Reinado de Felipe II de España (contemporáneo de Isabel I de Inglaterra)
1557 Victoria de San Quintín contra los franceses
1559 Felipe II prohibe que los españoles estudien fuera de España
1561 Madrid como capital de España
1563-1584 Construcción del palacio-monasterio-mausoleo de El Escorial
1571 Lepanto: Victoria naval sobre los turcos
1588 Derrota de la Armada Invencible
1598-1621 Reinado de Felipe III
1609 Expulsión final de los moriscos
1621-1665 Reinado de Felipe IV
1643 Batalla de Rocroi (victoria francesa sobre los españoles)
1665-1700 Reinado de Carlos II el Hechizado, el último de los Habsburgo (Austrias)